La castaña es uno de los productos gastronómicos de otoño que más relevancia histórica ha tenido en nuestro país. Tanto es así que en muchas zonas del norte de España representó el aporte calórico principal (y por lo tanto la supervivencia) durante las estaciones frías, hasta la llegada de otro alimento proveniente de las Américas: la patata. ¿Sabías que en muchas zonas de Galicia aún hoy en día se le sigue llamando “castaña” a la patata?
Hoy por hoy una de las actividades otoñales de ocio por antonomasia es salir al monte a recolectar castañas. Ya sea en solitario, con amigos o con la familia, esta actividad nos garantiza una doble satisfacción: por una parte, contribuye a satisfacer nuestra necesidad diaria de ejercicio, y por la otra nos da la posibilidad de degustar este delicioso fruto al final de la jornada.
El momento de llegar a casa con nuestro botín campestre y todo el ritual que acompaña la preparación de las castañas es casi mágico. Pero como todo en la vida, también tiene una cara de lo más prosaica. Y es que no debemos olvidarnos de que la castaña está protegida por un erizo con pinchos bastante afilados que, cuando están secos, rompen fácilmente y pueden clavarse en nuestros dedos o manos.
No es habitual que haya complicaciones, pero debes acudir al médico si: