Cuando se trata de nuestros hijos, cualquier indicio de enfermedad nos genera alarma, y más si no somos capaces de identificar los síntomas. Eso es lo que está ocurriendo en muchas familias cuyos pequeños se han visto sorprendidos por los recientes brotes de escarlatina. Escarla… ¿qué? ¿Eso no suena a enfermedad antigua? Puede que sí, dado que en los 80 se consideró prácticamente erradicada pero hoy es bastante común.
Se trata de una enfermedad infecto-contagiosa producida por la bacteria Streptococo pyogenes. Es más frecuente en niños de entre 3 y 8 años, y los brotes son más habituales en las estaciones de primavera e invierno.
Sus primeros síntomas son las amigdalitis bacterianas (anginas o placas en la garganta) a las que acompañan:
Ante cualquiera de estos síntomas, acude rápidamente a tu pediatra y sigue el tratamiento que te indique.
No obstante, puedes ayudar a que el niño se sienta mejor con estas sencillas pautas:
La escarlatina se contagia por vía aérea, no tiene nada que ver con tocar o estar en contacto con los sarpullidos. Es decir, los niños enfermos o portadores transmiten la escarlatina a través de sus gotitas de saliva. No hay manera de prevenirla, salvo acudir al pediatra a la mínima señal y cuidarlo en casa hasta que haya desaparecido la fiebre por completo para minimizar los riesgos de contagio.